Disparar o mirar: cuando la cámara se convierte en frontera

12 noviembre 2025 - Instantáneas de la historia - Comentarios -


¿SAFARIS HUMANOS EN SARAJEVO? 

A veces una noticia nos golpea no por lo que revela, sino porque nos recuerda lo que somos capaces de olvidar.
Estos días, varios medios se han hecho eco de la investigación abierta en Milán sobre los presuntos “safaris humanos” organizados durante el asedio de Sarajevo: viajes en los que, según se denuncia, algunos extranjeros pagaban por disparar a civiles desde posiciones de francotirador. Cuesta escribirlo sin sentir vértigo. La sola idea de convertir la muerte en espectáculo dice más de nosotros como especie que cualquier tratado de ética. Y, sin embargo, en medio de ese abismo, también hubo quienes eligieron mirar de otra forma.
Quienes empuñaron una cámara no para matar, sino para testimoniar.


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Parte del llamado Snipper Alley y uno de sus edificios tiroteados por los francotiradores. La ciudad de Sarajevo a preferido preservar algunos disparos en sus paredes para no olvidar. Photo: FBR. 


La cámara que mata y la cámara que da testimonio

El bosnio Džemil Hodžić lo sabe bien. Su proyecto  https://sniperalley.photo/  nació de la pérdida: su hermano fue asesinado por un francotirador en mayo de 1995.
Años después, Hodžić decidió dedicar su vida a rescatar fotografías tomadas durante el asedio. A catalogarlas, contextualizarlas y devolverles su valor humano. Su archivo es un mapa emocional de Sarajevo bajo fuego. En él se reúnen las miradas de decenas de reporteros que arriesgaron la vida para mostrar lo que otros querían ocultar.
Cada imagen, una ventana abierta entre el caos y la esperanza. Cada negativo, una prueba de que la cámara también puede ser un acto de resistencia ante la barbarie de un genocidio. 


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Un memorial fotográfico de los muchos que te puedes encontrar hoy día en Sarajevo: Photo: FBR 

Cuando fotografiar significaba permanecer

Hoy todos llevamos una cámara en el bolsillo. Fotografiar se ha vuelto un gesto automático, casi reflejo. Pero en las guerras, mirar a través del visor sigue siendo una decisión que puede costarte la vida. Durante la guerra de Bosnia, los fotoperiodistas fueron los ojos del mundo.
Sus imágenes cruzaron fronteras, derribaron discursos oficiales y conmovieron conciencias.
Entre ellos, el español Jordi Pujol Puente, muerto en Sarajevo en mayo de 1992, con solo 25 años. Su historia es la de muchos que, armados únicamente con una Leica o una Nikon, hicieron del testimonio su trinchera. Antes de las redes, antes del “me gusta”, hubo quienes llevaban la verdad colgada del cuello.


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A la derecha el foto periodista Jordi Pujol Puente, en Sarajevo. Foto cortesía de la familia del fotógrafo. 

 El peso moral de una imagen

Hoy, cuando la imagen se multiplica hasta el infinito, conviene recordar lo que costaba una sola fotografía.
Una foto no es solo luz atrapada: es una decisión moral.
¿Dónde apuntas la cámara? ¿Qué eliges mostrar? ¿A quién representas y desde dónde?La fotografía de guerra — y, en general, el fotoperiodismo — nos enfrenta a esas preguntas esenciales. En Sarajevo, la cámara no solo registraba la destrucción: también documentaba la resistencia de lo humano.
Las colas para conseguir agua, los niños jugando entre ruinas, las miradas que se negaban a desaparecer.Hodžić comprendió que esas imágenes no podían quedarse en los cajones de los fotógrafos ni en los archivos de las agencias.
Había que reunirlas, preservarlas y devolverles su contexto.
Convertir la memoria individual en memoria colectiva.

La mirada que queda

Cada vez que releo una noticia como la de esos safaris humanos, pienso que la barbarie no está tan lejos: basta con una acción mal dirigida, con una mirada despojada de empatía.
Pero también pienso en quienes, frente a ese horror, eligieron mirar para comprender.
Y en cómo esa elección —mirar, no disparar— sigue siendo una forma de resistencia. La cámara, al fin y al cabo, sigue siendo una frontera.
De un lado, la mirada que destruye. Del otro, la que recuerda.

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